sábado, 18 de marzo de 2017

La prestigiada Fundación Sebastián premia al periodista ciudarrealeño Manuel R. Mora

José Antonio Torres
México

La prestigiada Fundación Sebastián galardonó este jueves con su medalla "Summa Cum Laude" al periodista y escritor ciudadrealeño Manuel R. Mora, por su decidida contribución a la difusión de las artes plásticas.
"Quiero dar las gracias a la Fundación y a Sebastián por esta distinción que considero absolutamente innecesaria; y ya que me ha la dado la acepto y la agradezco", aseguró Mora al recibir el premio, en una ceremonia celebrada la noche del jueves en la sede de la Fundación.
El reconocimiento de la Fundación Sebastian consiste en un diploma y una medalla con la inscripción latina "Summa Cum Laude", que significa con "máximos honores" y se entrega año con año a personalidades que han destacado en su profesión.
Mora la ha recibido por su contribución a la difusión de las artes entre ellos los ensayos sobre la obra de tres maestros de la plástica que le fueron editadas por la Fundación Sebastian: "Gilberto Aceves Navarro y su visión irónica del hombre", "Las raíces de la geometría emocional del escultor Sebastian" y "Lo mágico en los mundos de Guillermo Trujillo", éste último panameño.
"Más allá del gran artista que sabemos que es Sebastián, sabemos que es una persona generosa", celebró Manuel R.Mora.
En el discurso de introducción de Manuel R. Mora a cargo de la periodista española Dolly Mascareño, ésta destaco la dilatada carrera de Manuel R.Mora en la Agencia EFE de España.
Asimismo celebró sus cualidades personales y su compromiso con México, el que proviene de su primera juventud, y su entrañable relación con Sebastián, el afamado escultor mexicano.
Nacido en Piedrabuena, (Ciudad Real, España), en 1942, Mora fue director de información nacional de la Agencia EFE en España; y director de las delegaciones en Centroamérica, Colombia y México, en un periodo que abarca de 1983 a 1999.
Mora fue uno de los integrantes del equipo fundador y subdirector de Diario 16 y del semanario Cambio 16 en España.
Al retirarse del periodismo en el 2000. se dedicó varios años a estudiar árabe clásico y hebreo en Madrid y comenzó a escribir. Es autor de las novelas "Los caminos encontrados" (2008), la biografía "José Félix Llopis: Violencia, perfume y humo" (2010) y la novela biográfica "Manuelita: La amante revolucionaria de Simón Bolívar" (2012).
Este es el quinto año que la Fundación Sebastian entrega sus premios. En otros años los han recibido los periodistas mexicanos Jacobo Zavludosky, Cristina Pacheco y René Avilés.
Este año, junto con Moral, la Fundación premió al escultor peruano Víctor Delfín, al pintor mexicano Manuel Felguérez y al diseñador francés Serge Bensimon.
Establecida en 1997, la Fundación Sebastian se dedica al rescate de los valores mexicanos y la promoción de artistas jóvenes.
Sebastian, nombre artístico de Enrique Carbajal, nació en la ciudad mexicana de Camargo, en el norteño estado mexicano de Chihuahua, el 16 de noviembre de 1947, es un escultor que se distingue por las formas geométricas de sus obras, entre las que destaca el caballito, colocado en la céntrica avenida del Paseo de la Reforma en la Ciudad de México.

jueves, 11 de junio de 2015

Nicolás del Hierro Socio de Honor en Toledo


Con Nicolás en Toledo

Texto para el acto  de nombramiento de Nicolás del Hierro como Socio de Honor de la BRCM  30 / 03 / 2015



Quiero que sepan que estoy aquí, en la justicia de este acto, porque soy paisano, pero fundamentalmente amigo de Nicolás del Hierro. Una amistad que se ha ido fortaleciendo con el tiempo y que surgió a principios de los años 90 nacida de la bonhomía de su persona, de la sinceridad de su palabra y de una sabia voluntad poética como pocas. Lo que mi persona haya llegado a ser en el mundo aparte que es la poesía española se lo debo a él. Por eso hablo, en primera persona, de la justicia de este acto, del nombramiento como Socio de honor que le dedica la Biblioteca de Castilla-La Mancha, como podría hablar de otros muchos que se han ido produciendo y producidrán en nuestra geografía alrededor de su persona y obra. Porque la personalidad literaria de Nicolás del Hierro contagia su amor por los libros, arrastra las voluntades hacia la literatura, crea la atmósfera precisa para respirar la palabra, sus aromas.

Y luego está la calidad de su persona, el carácter que eligió el destino para él. En el tablero de dislocadas fichas que es la vida, Nicolás ha sido, es, un hombre indefenso porque ha vivido sin corazas protectoras, sin salvaguardas, ha sido y es un hombre de aire limpio, un hombre claro que mira a los demás desde su misma altura. Sí, porque más allá del narrador, más allá del poeta, está el soñador, el iluso lo llama él en un memorable poema que pienso y necesito leerles al final. Un creador que ha fiado su obra a la búsqueda de la armonía entre los hombres como respuesta a tantas preguntas. Una armonía que nazca del respeto a sí mismo y al otro, del restablecimiento de la justicia.

Sus poemas, sus relatos, aparecen dispuestos alrededor de un eje común: el hombre como necesidad, el hombre como individuo frente a los hombres, el hombre en busca de concilio, consigo mismo, con los otros y con la Naturaleza, el hombre sin jactancia, el hombre humilde que jamás se humilla, el hombre consciente de su parvedad y su grandeza. Y siempre, ante sus ojos la tremenda contradicción entre lo existente y el anhelo, entre lo posible y lo deseable, en ese puzzle irresoluble que forman en la conciencia de los hombres la tentación del egoísmo y la necesidad de la esperanza.

Poeta a pie de obra, buscador siempre de lo verde entre lo rojo, como diría Góngora, Nicolás ha ido construyendo, como bien sabéis, una obra consistente, una obra contenida en los alrededores de 20 libros: versos, relatos o novelas. Desde aquel Profecías de la guerra de 1962 hasta Una ventana abierta que se ha presentado en este mismo 2015. Son 53 años de dedicación, que bien justifican este honor que hoy se añade. Son 53 años de una obra teñida por un hálito horaciano, por un aroma que sólo en ocasiones es alegre, porque las más suele crecer sobre los desolados campos que los combates de la vida dejan tras de nosotros. Nicolás es un paciente observador que anota y mide.

Es el caso que, siendo todos necesarios, hay entre los autores que llenan estos anaqueles que nos circundan modelos de todos tipo, y de entre ellos, Nicolás pertenece, se lo he oído decir en ocasiones, a los que necesitan que la realidad les acaricie o les golpee para que surja la provocación de escribir. Le he escuchado decir que no es un escritor en exceso imaginativo, y que sus historias nacen de lo que ocurre en sus alrededores. En su última producción, Una ventana abierta, así lo confirma. El poeta, el narrador crece sobre las imágenes vividas que el recuerdo o el presente ponen sobre la mesa, sobre todo aquellas que cincelan el amor o el deseo de hermandad. O la ternura que le provoca lo débil, lo vulnerable. Y sobre ellas sufre y fabula, lo hace para transformarlas, para dotarlas de significado, para hacerlas puras a través de un lenguaje domeñado, para convertirlas en literatura por y para la vida. Y al servicio de los demás. 

Ahora y aquí es el momento de decir que Nicolás del Hierro es mi paisano, piedrabuenero de afán y pregón, lugar en donde se le quiere, honra y respeta, lugar que ha creado un premio con su nombre que lleva 17 convocatorias, y que ha servido tanto para descubrir poetas jóvenes como para confirmar la trayectoria de otros grandes. (Mª Luisa Mora – Mª Antonia Ricas) Es aquella tierra volcánicamente negra, que bien conozco, la que le nutre; son las aguas del río Bullaque, que bien conozco, las que le prestan su murmullo, su canción para el verso; es la brisa que llega desde el castillo de Miraflores, que bien conozco, la que orea y aventa la sonora claridad de su verbo. Y son el rumor de cereal en mayo y el sol que nada más salir busca su mirada los que le escriben.

Allí, en Piedrabuena, levantó dos casas, allí tiene cautiva la voluntad de su pecho. Yo sé que todos lo sabéis, porque él nunca lo ha ocultado, pero yo tengo la placentera obligación de proclamarlo, de decíroslo en esta entrañable ocasión, porque en su obra encontraréis el color asfaltado del mundo urbano que lo acogió desde los 20 años, pero hallaréis a raudales historias que hablan de la ruralidad de su origen, un origen labrador, de tierra adentro. La calle, el abuelo, las prontas pérdidas, padre y madre, que tanto marcaron el camino de su infancia, los objetos, los días y sus costumbres, los barbechos esperando, la semilla de la guerra… -recuerden que es hijo de una generación nacida a flor de bala- están escritas en su tinta. Este niño, dijo su madre clavando decidida su mirada en los ojos del padre, no será del campo. Y esa voluntad materna de salvarle de la rutina, de los afanes nobles, pero trabajosos, para entregárnoslo al mundo del espíritu, de la belleza, ha sido una bendición para todos nosotros.

No quiere decir mucho más de alguien a quien considero mi hermano mayor vital, mi hermano mayor poético, sino lamentar los años en que, conociendo su poesía, me faltaba su contacto de conversación, de compromiso, de abrazo. Cuando esto se consiguió, a principios de los 90, puedo decir que se abrieron para mí no solamente ventanas, sino grandes puertas. Porque eso es lo que consiguen las personas que pasan por la vida dando, las que saben incorporar a las demás al camino.

Y ahora, permítanme que elija este momento para leer su poema “Retrato”, poema con el que cierra su recopilación poética El color de la tinta (Vitruvio 2012), unos versos que tanto dicen de él, aunque esté escrito en tercera persona.

Porque tenía el alma rota,
crecía en la razón de su esperanza:
amaba en el silencio.

Amaba como aquel
que da migas de paz a los gorriones
o se despierta al alba y sale al campo
para mojar su sed en el rocío.

Era un ser como un árbol,
alguien que se aferraba a su interior
como el silencio al fondo de las simas,

simas en donde ni los ojos
ni las manos ni el grito de los hombres
quiebran la oscuridad, aquellas donde
ni las huellas de nadie, ni la tinta,
dejaran sus señales a la Historia.

Le tenían por loco,
iluso, cándido...
pero era un ángel libre,
que consumió sus horas escribiendo
sobre la perfección de los humanos.

Yo sé, para terminar, que he aprovechado el acto como ocasión para manifestar una realidad muy importante para mí. Porque es necesario no perderse. Y por decirlo en palabras de nuestro gran Eladio Cabañero en su poema “El andamio”, aquí no se trata de pasarse de torpes o de listos sino de amarrar bien, con fuerza, los amarillos puños del esparto, los recrecidos lazos del afecto, los que ligan, los que pueden salvarnos. Yo sé que he aprovechado la ocasión para decirles esto: que me ha hecho feliz el honor que se le concede, que estoy feliz por estar acompañándolo, que durante tantos años siempre he encontrado momentos felices en la hondura y la calidad de su poesía y persona. Que soy feliz porque Nicolás del Hierro es mi amigo. Nada más.      



Francisco Caro

martes, 9 de diciembre de 2014

Homenaje a PEDRO CASTRORTEGA en Piedrabuena



El Ayuntamiento de Piedrabuena decidió el verano pasado titular con el nombre del pintor local PEDRO CASTRORTEGA al Centro Cultural del Municipio, el cual se encontraba sin nombre de referencia.

Pedro Castrortega, nacido en Piedrabuena (1956), es pintor de larga trayectoria y renombre universal. Ha tenido residencia de trabajo tanto en Nueva York como en Berlín, y ha expuesto en numerosas ciudades españolas y de otros paises (China, Francia, USA, Alemania, Portugal...). Está emotivamente unido al lugar de su nacimiento, el cual visita con frecuencia. 

Es creador de las jornadas de pintura rápida que se celebran anualmente en el paraje de de San Bartolomé; ermita que decoró con sus pinturas hace unos años y en donde también levantó una escultura de obra que simboliza el 500 aniversario de la ermita.

El próximo día 12 de diciembre de este 2014, viernes, se celebra el acto público que refrenda la decisión del Ayuntamiento. Con tal motivo se realiza en dicho Centro Cultural una exposición de la obra histórica y reciente de Pedro Castrortega, al tiempo que un concierto de música antigua.



Reproducimos el cartel y la fachada del Centro Cultural que ya luce su nombre. También una foto en su estudio tomada de su blog.

jueves, 15 de mayo de 2014

lunes, 5 de mayo de 2014

miércoles, 12 de febrero de 2014

La rosa que plantaste: Un homenaje a Nicolás del Hierro

(Publicado en Lanza el 7 de febrero 2014)

Por Manuel Cortijo Rodríguez

   En un conocido restaurante de la zona madrileña de Retiro, el pasado día 2 de febrero, con objeto de festejar el ochenta cumpleaños del poeta de Piedrabuena, Nicolás del Hierro, un significado grupo de amigos poetas madrileños, se reunieron en una merienda íntima, de pura amistad, en torno del poeta y su esposa, Ana Cano, para homenajearle por dicho motivo.
El acto, que alcanzó elevados niveles de emotividad, fue conducido por el también poeta y piedrabuenero, Francisco Caro, impulsor referencial de este evento afectivo, presidido por la admiración hacia el poeta y su obra. En primer término, habló Caro en representación de todos, dando lectura del texto introductorio que abre el Cuaderno Literario “Este es el sitio para sembrar la rosa”, editado para la ocasión con ilustraciones de Fernando Fiestas; en él figuran un total de 24 poemas de otras tantas voces poéticas amigas de Nicolás, además del poema de su autoría “Si lloviera…”, que cierra esta fraternal y hermosa entrega. Extraemos gustosamente el último párrafo del prefacio aludido: “Nicolás, este es el preciso momento, este el lugar donde nos hemos reunido para gritar en alto la belleza de la rosa que plantaste, donde hacerte saber que tu palabra, tu poesía, encontró entre nosotros la tierra fértil. Contigo la flor lograda”.  
   
Dueño de una poética sentimental, continuador comprometido, con voz propia,  de la poesía social surgida en España entre los años 1950 y 1960 e intimista por naturaleza, Nicolás del Hierro es uno de los poetas que más frutos ha dado en las tres últimas décadas a la poesía española. Voz testimonial, directa, que da cuerpo al poeta y al poema. Desde la publicación de Profecías de la guerra (1962) hasta Premonición de la esperanza (2013), último título editado en México, que reúne tres de sus poemarios hasta entonces inéditos, ha pasado más de medio siglo de arraigada labor y proclividad dedicadas a la acción poética. Este manchego reconocible en ese “aire de familia”, en esa cercanía de su mirada a los orígenes, a las gentes sencillas de su lugar, a las calles terrosas de su infancia, se ha mantenido siempre así, Sencillamente hablando… y del mismo modo seguirá diciendo el poeta excelente, el hombre bueno que es Nicolás del Hierro, diciéndonos el sol, la lluvia, el hombre habitual, el amor, la verdad de lo humano, el abrazo en lo que aún está por decir. 

Francisco Caro, convertido en conductor del acto, fue presentando uno a uno o dos a dos, a los vates que irían interviniendo: Pedro Antonio González Moreno, Ana Garrido, Carmina Casala, Francisco Jiménez Carretero, Celia Bautista, Cristóbal López de la Manzanara, Maxi Rey, Manuel Cortijo Rodríguez, Davina Pazos, Juan José Alcolea, Manuel López Azorín, Óscar Martín Centeno, Fernando Fiestas, José Luis Morales, David Morello, Jesús Riosalido, Rafael Soler, Tano García-Page, Antolín Amador y Aurora Auñón.  Asimismo, se sumó a la proyección afectiva la actriz y cantante ciudadrealeña Carmen Bermejo, quien interpretó magistralmente la canción francesa «Les feuilles mortes». Ana Bella López Biedma, cantautora y poeta, acompañada de guitarra española, dio vida a la popular canción “Corazón de poeta”. Incluso el poeta David Morello, después de leer su poema, se atrevió a dejar en el aire, adjetivado de virtudes verbales,  unos palos del flamenco brindados al honrado. También obsequió al poeta homenajeado con su presencia la poeta y periodista conquense Elvira Daudet, otra voz poética señaladamente nuestra. 

Cerró el acto Nicolás del Hierro, quien, en un tono emocionado, recitó su emblemático “Si lloviera…” En sus palabras dijo vivir emotivamente “en una nube”, dejó constancia del agradecimiento a los amigos poetas, fraternos todos, que quisieron con él emocionarse, arroparle y quererle, reajustar los latidos de unos corazones que iban desmandados de alegría. Un retrato a plumilla de Nicolás, realizado por el pintor y poeta Fernando Fiestas, la entrega de un detalle floral, un brindis emocionado y un larguísimo e intenso aplauso cerraron un acto en donde los presentes quisieron celebrar honrando su 80 cumpleaños. Ya cerca de la media noche, en la calle, las estrellas serían testigo de los abrazos últimos, necesarios, gozosamente apretados, siempre próximos a la expresividad corporal que allí hablaba: ¡Qué grande eres, poeta!