lunes, 7 de octubre de 2013

Cien kilómetros por el Bullaque

Un articulo de Aníbal de la Beldad publicado en Lanza 



Cien kilómetros de ruta es la propuesta que la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG) propone para descubrir uno de los últimos ríos vivos de España, el Bullaque, que recorre una buena parte del oeste de la provincia de Ciudad Real y es un claro ejemplo de río mediterráneo estacional.



El proyecto de restauración medioambiental y fomento del uso público del río Bullaque, impulsado por la CHG en los últimos años, ha permitido diseñar y señalizar una ruta que recorre cada lugar de interés de este espacio protegido incluido dentro de la Red Natura 2000.

La señalización de los itinerarios ofrece al viajero una información adecuada y puntual sobre las diferentes posibilidades que tiene para poder realizar a su conveniencia las distintas etapas de este trayecto, que han quedado recogidas en una guía verde editada por la CHG, con textos de Antonio J. Castelló y fotografías de Juanvi Capella y Fernando Ramia, en la que los autores ofrecen sus propias sugerencias.

Nueve etapas, con dificultades baja o media, que pueden ser realizadas por cualquier persona que se encuentre en buena condición física y cuente con una mínima preparación, conforman la propuesta de la CHG para descubrir la esencia mediterránea que aún mantiene el río Bullaque.

El viajero, en su recorrido por las etapas propuestas, puede atrapar en su retina excelentes muestras de bosques de fresnos, alamedas y saucedas que se conservan entorno a las riberas del río, en cuya superficie encuentran aún cobijo grandes praderas de nenúfares que tapizan enormes zonas de agua remansada.

La guía editada por la CHG destaca el “enorme interés botánico” que por su carácter endémico tienen las comunidades de tamujo (Flueggea tinctoria), únicas de los ríos Guadiana, Guadalquivir, Tajo y Duero.

No pasa por alto también, hacer mención a las comunidades faunísticas vertebradas que suponen un atractivo más para los amantes de la naturaleza, como son las exclusivas especies de peces que viven en este río, como es el caso de la pardilla (Iberochondrostoma lemmingii) o el calandino (Squalius alburnoides).

La supervivencia de estos peces, que se ve amenazada por la presencia de especies exóticas como el pez sol (Lepomis gibosus) o el black-bass (Micropterus
salmoides)  sigue despertando, desde el punto de vista biológico, un gran interés entre los especialistas.

A lo largo de los recorridos que la CHG ha dejado perfectamente señalizados, el viajero podrá observar un gran número de ejemplares de tortugas de agua,  entre los que se encuentran el galápago leproso y europeo (Mauremys leprosa y Emys orbicularis).

Pero, entre las especies más singulares y sobresalientes destaca la nutria (Lutra lutra) que fue capaz de mantener en este río una pequeña población cuando en España había desaparecido casi en su totalidad.

Su espectacular recuperación en las últimas décadas ha llevado a incrementar su población en el río Bullaque, donde encuentra un hábitat de lo más idóneo y es fácil poder avistarla.

El río Bullaque, en su recorrido, atraviesa grandes zonas de vegetación mediterránea que se convierten en espacios únicos para la nidificación y cría de especies emblemáticas como el buitre negro, el águila imperial o la cigüeña negra, además de especies cinegéticas como el ciervo, el gamo o el jabalí.

Otras joyas faunísticas, ligadas a la zonas esteparias, se pueden observar también en algunos tramos de esta gran ruta en los que se puede disfrutar de gangas comunes, gangas ortegas, sisones e, incluso, de avutardas.

ITINERARIOS ABIERTOS A LA CONVENIENCIA DEL VIAJERO

Los itinerarios que plantea la CHG se presentan totalmente abiertos a la conveniencia, las ganas y el tiempo disponible del viajero, tal y como se recoge en la guía que da a conocer este recorrido de más de cien kilómetros.

Sus autores advierten que se puede invertir el sentido de los mismos, recorrer las etapas de forma parcial, o acudir directamente a los puntos de interés indicados.

En la guía se incluyen los perfiles longitudinales, con el fin de que cualquiera pueda evaluar la dureza total y parcial de cada una de ellas con un solo golpe de vista.

Además, se incluyen croquis y mapas generales de cada zona, con el fin de facilitar el acceso en coche, a lo que se añaden algunos datos de interés práctico y logístico, junto con información sobre alojamientos y establecimientos de restauración y otros servicios.



viernes, 9 de agosto de 2013

"El gran Mónico": un pequeño libro (que se agradece)


No es una biografía, no es un ensayo, no es una novela. En cada entrevista que concede, el autor no cesa en el empeño de intentar definir su libro a base de negaciones. Es una de las formas, lícitas, de perfilar un hecho editorial que está teniendo una buena acogida entre el público y en los medios. Hablo de Manuel Lozano Leyva, uno de los divulgadores científicos más acreditados de nuestro país. Su obra es reconocida y su nombre, bien relacionado con prensa y radio, convierte en actualidad cuanto toca. Este año ha concentrado su atención en la figura del ilustre inventor Mónico Sánchez Moreno -D. Mónico para sus paisanos piedrabueneros- al que intenta acercarse en las 169 páginas del libro que con el título de El gran Mónico ha editado Debate.

Mónico Sánchez como ejemplo

En un momento de crisis fiscal, financiera y empresarial como el que vivimos, el trabajo de Lozano Leyva ha encontrado su acomodo como manual bienintencionado de autoayuda para jóvenes aspirantes a científicos. Es un texto donde la figura del personaje sirve de excusa para avisar, a los que ahora llegan a la investigación, tanto de las posibilidades como de los riesgos de su futura actividad. Así se publicita. No está mal tramada la razón del asunto, porque en Mónico Sánchez, el ingeniero hecho a sí mismo, existe el hombre de ingenio que viajó a Nueva York para tutearse con la crema de aquellos que, a principios del siglo XX, levantaron en Norteamérica la burbuja de los avances en electricidad, tanto como  existe el empresario ingenuo atrapado entre el amor a la tierra y el error de creer que el aislamiento no disminuiría el valor de lo logrado. El clásico tema del coraje que nos hace fuertes y de la nostalgia que nos debilita. Con esos mimbres teje Manuel Lozano su moraleja. A la que añade, está en su estilo, cierta contextualización histórica y económica, consideraciones morales y políticas, constantes y gratuitas suposiciones, alabanzas familiares y algún que otro material de relleno. Tal vez por esto, porque el autor es consciente de todo lo anterior, es por lo que no se atreve a considerar su obra ni como biografía, ni como ensayo, ni como novela.

Planitud divulgadora

Es muy de agradecer que este pequeño libro llamado El gran Mónico haya puesto en el centro de la atención y del debate nacional la odisea del piedrabuenero. Diarios de prestigio como El Correo y El País preparan amplios reportajes sobre él. Estos tiempos españoles de hoy en día andan necesitados tanto de ejemplaridad como de  estímulos. Pero, como paisano que soy del personaje y conocedor con anterioridad de lo que Lozano Leyva maneja, noto que falta alguna que otra aportación novedosa; algo que indicase el interés del autor por el personaje más allá de servirle de objeto y pretexto, y que añadiera a la intención divulgadora un peldaño en el conocimiento de los hechos. El apasionamiento que constantemente proclama con la labor del inventor quedaría mejor demostrado.

El asunto es que Lozano Leyva ha construido, correctamente, la figura de Mónico Sánchez a través de Internet y de los datos que el profesor Juan Pablo Rozas ha tenido a bien publicar y/o facilitarle. Lo dice con toda sinceridad. Dice que no ha tenido tiempo ni decisión de investigar la figura y la obra de la persona sobre la que levanta su tinta. Efectivamente, todos los datos mostrados son conocidos e incluso las redes guardan muchísimos más. Muchos otros que, si hubiera tenido una pizca de intención escrutadora, pudieran haberle servido en tiempo y forma. Pero está en su derecho a plantear la obra en límites y modos, faltaría más. Lo único que quiero decir con esto que la figura y la obra del inventor de Piedrabuena, bien publicitada por el libro que comentamos, espera todavía el estudio, la valoración y la publicación que merecen. Algo que todos esperamos del profesor Juan Pablo Rozas, a quien Lozano remite, que le está dedicando tiempo, sabiduría y cariño.

Algo que sobra

Y si hay algo que falta también hay algo que sobra. Y no es sino el intento de Lozano Leyva de agrandar la figura de Mónico Sánchez menospreciando el lugar de donde procedía. Una fácil tentación en la que toscamente ha caído. Piedrabuena, lugar que seguramente el autor no conoce, es tildado de “pueblo de mala muerte” tanto para enmarcar el nacimiento de Mónico en 1880, como para remarcar su fallecimiento. Dice textualmente el final del libro: …podrían ser muchas más las lecciones que se podrían formular a la vista de los avatares del gran Mónico Sánchez Moreno y su magnífico Laboratorio Eléctrico. Dejo que las extraigan ustedes, pero piensen que tras la muerte del primero y la desaparición del segundo, lo único incontrovertible es que Piedrabuena volvió a ser un pueblo de mala muerte”. Palabras que, por inútiles y falsas, sobran. Y sobran por ser sin duda producto de la ignorancia, algo que cualquier buen divulgador debe evitar. No pontificar sobre lo que se desconoce parece el abc de la curiosidad intelectual. Y sobran porque, sin añadir nada, pueden hacer creer al lector medio que el resto del libro goza del mismo tono y credibilidad, y entonces aventuren que merece ser tachado con el mismo e injusto calificativo.

En fin, demos las gracias a El gran Mónico por existir, por su capacidad para ser tomado en cuenta por los medios, y por difundir su figura a niveles casi de coloquio. Pero hay que advertir que la labor de Mónico Sánchez hace años que está reconocida por científico avisados y salvada por el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, el cual inauguró su sede de La Coruña con una muestra espléndida de sus tubos de vacío. Labor que vive también en la memoria de su pueblo, Piedrabuena, que rotula con su nombre una de sus calles (desde 1914), y titula con el mismo al Instituto de Secundaria, que levanta en una de sus plazas el bronce de su busto, que le tiene presente en sus actos y conferencias, que en 1995 le dedicó un homenaje recordatorio, y que ha conseguido que todos los terrenos del viejo Laboratorio hayan dado buen fruto, el de estar dedicados al servicio público: educativo, sanitario y cultural.

En este 2013, al cumplirse el centenario de la iniciación del edificio del Laboratorio, Piedrabuena lo recordará con una mesa redonda, un dossier al efecto y la colocación de una placa en los restos de murallas que aún subsisten. Tal vez sean actos modestos, pero manifiestan el respeto y la admiración que un buen pueblo, “de buena vida”, tiene por un buen hombre que tanto hizo por él.

viernes, 19 de julio de 2013

El Castillo de Miraflores respira


Tiene Piedrabuena dos castillos. Uno, el llamado de Mortara, levantado en piedra negra, en basalto, ha quedado aprisionado por el caserío. En su interior se levanta desde 1901 la Plaza de Toros. Desde que pasó a propiedad municipal en 1988 ha recibido numerosos cuidados, que, aunque bien intencionados, han borrado innumerables rastros de su originalidad al tiempo que han consolidado su fábrica. El otro castillo, el de Miraflores, situada a casi media legua del pueblo, es fortaleza sobre rocas, aguerrida y dorada. Vigilante del valle. Y siempre en diálogo con el abandono.

Las primeras noticias sobre él se remontan a finales del XII. A principios del XV ya se le tacha de castillo viejo y no habitado. No se conoce su origen ni el origen de su nombre, pues solamente a finales del XVI, y en el documento de Venta de la Villa a Alonso de Mesa, es donde aparece por vez primera tildado como Miraflores. La primera descripción de las 205 varas de su perímetro quebrado es la del alcarreño Francisco Layna, tras visitarlo a mediados de los años 30 del siglo pasado. El estudio más generoso y completo de él corresponde a Amador Ruibal, está publicado en la red, y a él aconsejo acudir. En sus alrededores se han encontrado restos de cerámica de los siglos  IX y X, pero sus lienzos de cuarcita y su tabiya (argamasa de arena, cal y canto) hablan de la dedicación almohade en el tránsito de los siglos XII y XIII. Luego, los calatravos, poco dados a enclaves guerreros y alejados, dejaron su huella en la portada, aunque parece que nunca lo habitaron con asiduidad. Pacificada la zona, los comendadores establecieron su residencia en el castillo de abajo, en el negro, el cercano al agua y a los huertos.
 
Abandono hasta el día

Posiblemente en el sigo XIV comenzase la ruina, ahora interrumpida, de Miraflores. Una devastación lenta y continuada. Ni en la época del señorío se le hizo caso y menos cuando a mediados del XIX pasó a manos privadas, en las que estuvo hasta hace escasamente una década. Cuentan que su último propietario realizó, a su modo e intramuros, excavaciones sin control, en las que no hallaron, cuentan, nada del valor material que esperaban, pero sí innumerables restos de cerámica y armas que guardaron en apilados sacos. Con su incorporación al patrimonio municipal, el espacio amurallado encontró su esperanza de alivio. El alcalde, José Luis Cabezas, inició las gestiones con éxito: logró que se destinase por parte del Ministerio de Fomento el importe de 100.000 euros a su restauración. Tal cantidad proviene del obligado 1% cultural anexo a las obras que se hicieron para el acondicionamiento de la N-420. El efectivo fue aceptado por la Junta de Comunidades obligándose a la aportación de otra cantidad similar. Todo esto se hizo público en 4 de noviembre de 2010. Aquella cercana-lejana gestión ha tenido su fruto este año. Ha sido Javier Morales, director general de Cultura, quien ha sabido añadir su sensibilidad y su decisión a la de aquel entonces. Así es como ha sido posible hacer real el primer cuidado en siglos que recibe Miraflores. Adjudicado el concurso al proyecto presentado por el arquitecto Javier Navarro, parece que a la baja, la obra se está realizando en estas jornadas de sol alto.
 
Las obras

En los primeros días de julio nos fue permitida la visita al interior de Miraflores en compañía de la máxima autoridad municipal y del poeta Nicolás del Hierro. Hemos podido comprobar cómo se ha ido a lo esencial del problema, a detectar y atender las debilidades más evidentes: descarnamiento de murallas, erosión de los materiales de agarre y aviso de derrumbes. También a la necesidad de protecciones para los visitantes. Gran parte del trabajo se encontraba realizado en el momento de nuestra visita. Y podemos decir que con el respeto adecuado a las señales de originalidad que subsisten. Sin inventos. Quiero destacar la reparación del muro que cierra hacia levante la Gran Cámara, y al cual la erosión había dejado suspenso en un débil punto de apoyo. También el recalzamiento de la base en los ángulos de la torre, cuyos vacíos en la mampostería tramaban con descaro el hundimiento. La reconstrucción de los arcos de las puertas, el relleno de lienzos de murallas, etc… Quedaba por hacer, según nos informaron, la consolidación de la bóveda del aljibe y sobre todo la del aparejo del rastrillo, en la entrada, donde se colocará puerta. También la reposición de los sillarejos basálticos exteriores que en algún momento fueron arrancados. Un dinero de Ministerio y Junta bien aprovechado.
 
Otras generaciones


Que en épocas de crisis existan hombres e instituciones capaces de colaborar con franqueza y honestidad para sacar adelante obras como esta, es algo que debemos alabar. Podemos señalar que el color rubio de Miraflores ha recibido, al fin, los cuidados que precisaba para, sencillamente, detener un deterioro que crecía a pasos de gigante ante la mirada indiferente de tantos. Y que podría hacerlo irreconocible en el futuro. Nuevas generaciones tendrán la posibilidad de disfrutarlo con la dignidad que merecen tanto el castillo como el pueblo que lo contempla. Sin sentirnos avergonzados por un estado de descuido que clamaba. Tenemos la obligación de conservar el patrimonio que nos ha sido dado, tanto como el deber moral de hacer posible que las próximas generaciones puedan sentirlo suyo. El Castillo de Miraflores respira. Y muchos con él.

viernes, 15 de febrero de 2013

Los Tunantes 2013

Se celebraron los desfiles carnavaleros en Piedrabuena. Entre las 9 peñas que desfilaron destacaron los trajes de la Peña Los Tunantes, llenos de alegría y colorido. He aquí algunas fotografías.